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BIZANCIO
La provincia de Spania (en latín Provincia Spaniae) fue una provincia del Imperio bizantino entre los siglos VI y VII. La provincia, la más occidental de cuantas constituyeron el Imperio a lo largo de su historia, se formó como parte de las campañas militares de Justiniano I el Grande en sus esfuerzos por restaurar el Imperio romano de Occidente. Su territorio incluía una zona del sureste de la península Ibérica arrebatada al Reino Visigodo que habían formado parte del desaparecido Reino Vándalo. La ciudad de Septem (actual Ceuta), aunque también perteneció al Reino Visigodo, fue incluida en la provincia de Mauretania Secunda.
Cuando a finales del siglo V d. C. la mitad occidental del Imperio Romano se derrumbó todavía quedaba en pie su mitad oriental, que más tarde sería conocido como Imperio Bizantino. Pero en ese momento, los romanos orientales se consideraban romanos, ni más ni menos. Y en ese sentido consideraban legítimo recuperar los territorios perdidos de occidente, y esa era la intención del emperador Justiniano cien años después de la caída de occidente.
Los soldados romanos orientales comenzaron la ofensiva recuperando para su emperador los territorios de Italia –incluida la antigua capital de Roma-
En el caso de Hispania, los visigodos que se instalaron eran una minoría con respecto a los hispanorromanos y además siempre acababan enfrentados en luchas de sucesión cuando moría el rey de turno. Eso sucedió en el año 552 cuando, según cuenta la crónica de San Idisoro de Sevilla, un noble visigodo que aspiraba al trono pactó con los bizantinos su invasión a cambio de ayudarle en la guerra.
Y así fue como los romanos desembarcaron en Gades (Cádiz) y Cartago Nova (Cartagena), conquistando (o reconquistando) la franja costera que, más o menos, transcurre entre ambas ciudades. Entre los años 552 y 624 d.C. los bizantinos ejercieron el control de una zona que corresponde con las actuales regiones de Andalucía y Murcia, con Cartago Nova como principal centro político, económico y comercial. Poco se sabe aún de esta época, ensombrecida por otros acontecimientos, como las continuas luchas entre los visigodos y los francos en el norte, o las constantes guerras civiles de los visigodos por hacerse con el trono. Lo que sí parece más o menos claro, es que la población hispanorromana apoyaba a los bizantinos, a los que prefería frente a los visigodos desorganizados y en guerra constante.
El Imperio Romano de oriente tuvo así una provincia occidental que le permitía soñar con la recuperación de la integridad territorial del antiguo imperio. Pero ese sueño se desplomó por la sencilla razón de que era demasiado ambicioso. Bizancio no tenía tantas fuerzas como para retener el control de tantas provincias y mucho menos si éstas estaban lejos, como era el caso de Spania. Enfrascados en una guerra eterna y muy costosa con los persas sasánidas en sus fronteras orientales, los bizantinos solamente pudieron mantener su control en occidente mientras los visigodos estuvieran divididos. Eso cambió en el siglo VII.
Estas tenían que enfrentarse al poder del ejército visigodo, el cual era netamente superior al suyo. Aunque los visigodos tuvieron que batallar contra los vascones del norte español, esto no les impidió llevar a cabo una sistemática campaña, lenta pero segura, que finalmente acabó con la toma en el año 624 de los últimos bastiones bizantinos en Hispania.