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FRAY HERNANDO DE TALAVERA, EJEMPLO DE RESPETO Y TOLERANCIA
Nació en una familia de judíos conversos, si se han de creer las denuncias que se hicieron contra él a la Inquisición cuando ya era primer Arzobispo de Granada.
Fue confesor de la reina Isabel I de Castilla desde antes de llegar ésta al trono. En la biografía de la reina Isabel, William Th. Walsh cuenta que fue elegido por la reina debido a su condición de persona piadosa e instruida.
Tras la conquista de Granada, en 1493 fue nombrado primer arzobispo de Granada. Allí procede a aplicar una política de conversión muy suave, evitando amenazas y coacciones. De hecho, impidió que la Inquisición se estableciera en Granada. Sin embargo, esta política de mano blanda hizo que sufriese reproches, de forma que en 1499 el intransigente Cardenal Cisneros ordena emplear métodos más enérgicos forzando las conversiones, lo que condujo a la rebelión de musulmanes y "moriscos".
Se opuso a la creación de la Inquisición y defendió a los musulmanes, no sólo del reino de Granada sino de Sevilla, incluso llegó a denunciar los abusos de esta.
En 1505, un año después de la muerte de la reina Isabel, su protectora, el Inquisidor de Córdoba, manda apresar a amigos y familiares de fray Hernando y prepara su proceso. Roma, en concreto el Papa Julio II Médici lo defiende y Cisneros pone en libertad a sus parientes en 1507. Ese mismo año, muere fray Hernando de Talavera.
Parece haber sido un hombre riguroso y austero, interesado en la verdadera espiritualidad. Su carácter austero y valiente lo llevó, por ejemplo, a criticar a la reina por los adornos, bailes y corridas de toros celebradas en honor de una delegación francesa en 1493, firmantes del llamado Tratado de Granada entre Francia y España.
Sobre él y la reina Isabel I la Católica se cuenta la siguiente anécdota histórica:
El monje se sentó en una silla e hizo un gesto respetuoso con la mano instando a la reina a arrodillarse, como cualquier otro penitente.
Isabel se quedó atónita. Sus confesores siempre se habían arrodillado ante ella como muestra de deferencia hacia su persona. "Reverendo Padre", dijo, "la costumbre indica que ambos debemos arrodillarnos".
Fray Hernando contestó: "Hija mía, la confesión es el tribunal de Dios, en el que no existen reyes ni reinas, sino simplemente pecadores; y yo, a pesar de mi indignidad, soy Su ministro. Lo justo es que yo me siente y vos os arrodilléis".
La reina obedeció y confesó sus pecados. Más tarde diría: "Éste es el confesor que yo buscaba". Y durante algunos años conservó junto a ella a Talavera como su director espiritual.