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FIESTAS
Las dos grandes fiestas religiosas en el Reino de Granada eran, la de Ruptura del Ayuno, que señalaba el final del ramadán, y lo de los Sacrificios, en ambas fiestas se iluminaban las mezquitas, se hacían lecturas piadosas y los poetas componían versos para la ocasión, se acostumbraba hacer actos religiosos en lugares públicos, a los que acudían mucha gente. Terminada la parte religiosa, la gente comenzaba la fiesta, las familias compraban ropas para estrenarlas ese día, se hacían comidas extraordinarias, en las que el cordero o el carnero eran fundamentales, y luego se salía a la calle en donde se bailaba y cantaba, hasta altas horas. Había una tercera fiesta, la del Mawlid, que recordaba el nacimiento de Mahoma, también en ella los banquetes y las diversiones eran la norma, y, además, ese día los musulmanes ricos distribuían limosnas, también los poeta componían versos conmemorativos.
Junto con las fiestas religiosas, los granadinos, siguiendo la tradición de toda la historia musulmana, celebraban otras fiestas coincidiendo con épocas determinadas del año, Así, se celebraba una la comienzo de la primavera, otra en el del verano y otra en época de la vendimia, en estas fiesta se regalaban juguetes los niños, que solían ser figuritas de animales, y la gente salía a la calle disfrazada. Las familias que poseían casa en el campo pasaban en ella estos días.
OTRAS DIVERSIONES
Los cortesanos y las clases altas practicaban la caza, que era abundante y variada, para la que se empleaban perros y halcones. El ajedrez fue otro entretenimiento de estas clases sociales.
Un espectáculo popular, que le gustaba mucho a los granadinos, eran las peleas entre animales, entre ellas las que se organizaban entre toros y perros especialmente entrenados.
Gustaban los granadinos de los torneos, siendo frecuente que se hicieran desafíos con otros cabaleros cristianos. Los lugares en los que se celebraba eran la Plaza de Bibarrambla, la explanada que había frente Bibataubín, y la Alhambra
Finalmente, la propia calle y los zocos ya eran por sí un espectáculo. Contadores de cuentos, vendedores de amuletos, curanderos, prestidigitadores, y amaestradores de monos, junto con la multitud que normalmente acudía al mercado, llenaba de vida y color las calles de las ciudades del reino granadino.