Muhammed I - MILENO GRANADA

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Muhammed I

PERSONAJES

MUHAMMAD I

De verdadero nombre Abu Abd Allah Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr (Al-Ahmar ibn Nasr). Sultán de Granada (1232-1273). Miembro de una antigua tribu oriunda de Arabia, que se decía descendiente de un compañero de Mahoma. Fundador del reino de Granada y de la dinastía nazarí. Nació en el año 1194, en la ciudad de Arjona (provincia de Jaén), y murió en el año 1273, en Granada. Llevó el sobrenombre de al-Galib bi-llah (el victorioso por Dios).
Muhammad fue uno de los jefes locales que se levantaron frente a los almohades cuando, a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el poder de éstos comenzó a declinar en al-Andalus. Muhammad I consiguió el apoyo de sus familiares directos, quienes en abril del año 1232 le proclamaron sultán de la taifa de Arjona, desde donde extendió su autoridad sobre Porcuna, Guadix, Baza y Granada, gracias a su audacia y a una hábil política que supo aprovechar las diferencias entre los numerosos cabecillas que gobernaban las principales ciudades andaluzas (tercer período de taifas). Pero sin lograr dominar Córdoba y Sevilla, ciudades que ayudó a conquistar a Fernando III en los años 1236 y 1248, respectivamente, en pago a la protección del reino.
Durante esos primeros años de anarquía política, Muhammad I tuvo que enfrentarse con Ibn Yusuf Ibn Hud por la posesión de Córdoba y Sevilla, ciudades que en un primer momento quedaron en manos de Ibn Hud, del que Muhammad I se declaró vasallo en el año 1234 para asegurar sus territorios recién conquistados. A medida que el monarca castellanoleonés acrecentaba su dominio territorial en la zona con la conquista de Córdoba, en el año 1236, Muhammad I se vio obligado a desplazarse hacia el sur, ocupando por último la antigua capital de los ziríes, Granada, donde estableció su corte definitivamente.
Aprovechando el descontento de la población hacia Ibn Hud por los altos impuestos destinados, en gran parte, al pago de tributos a Fernando III, el sultán nazarí logró hacerse, en el año 1238, con Málaga y Almería, ciudad esta última donde Ibn Hud había sido brutalmente asesinado. Estas victorias nazaríes fueron acompañadas también por ciertas pérdidas territoriales para el reino de Muhammad I. Su ciudad natal de Arjona fue conquistada por los castellanoleoneses en el año 1244, quienes no tardaron mucho en cercar la ciudad de Jaén. Muhammad I, temeroso de perder todo lo conquistado hasta el momento, acabó firmando un pacto con Fernando III por el que declaró a su reino vasallo de Castilla-León y se comprometía a prestarle ayuda militar a cambio de conseguir veinte años de relativa calma, vitales para asentar su reino. Cumpliendo con lo firmado y muy a su pesar, en el año 1248 Muhammad I puso a disposición de Fernando III un importante contingente de tropas que intervinieron de forma decisiva en la reconquista cristiana de Sevilla.
El acuerdo de paz y colaboración fue renovado por Alfonso X el Sabio, hasta que, en el año 1264 fue roto por el sultán nazarí como consecuencia de la reanudación de las campañas de conquista por parte del castellanoleonés, quien se había anexionado Cádiz, Jerez y Niebla. Para contrarrestar las fuerzas cristianas, Muhammad I buscó la alianza de la nueva dinastía marroquí, la de los benimerines, cuyo emir envió tropas a la península. Al mismo tiempo, se había producido la sublevación de los mudéjares en las regiones de Jerez y Murcia, quienes reconocieron como soberano al sultán nazarí.
Alfonso X, con la ayuda del monarca aragonés Jaime I, respondió al ataque conduciendo sus tropas hasta las mismas puertas de Granada, a la que, sin embargo, no pudieron conquistar. En este mismo orden de cosas, los Banu Ashqilula, parientes del nazarí y gobernadores de Guadix y Málaga, se declararon vasallos de Alfonso X en un intento de sacudirse el yugo granadino. Muhammad I puso sitio a Málaga, pero al no poder tomarla, decidió pactar con el monarca castellanoleonés un tratado por el que el reino de Granada renunciaba a sus pretensiones territoriales sobre Murcia y Jerez y se comprometía al pago de un elevado tributo anual a la corona castellanoleonesa a cambio de que Alfonso X retirase su apoyo a sus molestos familiares.
La rebelión de los grandes nobles en Castilla-León contra la autoridad de Alfonso X. encabezada por su hijo Sancho (futuro Sancho IV), en el año 1272, fue aprovechada por Muhammad I para eliminar temporalmente a los molestos Banu Ashqilula. Su intento por ocupar Ceuta fracasó estrepitosamente.
Durante su reinado, y a medida que se iba produciendo el avance cristiano hacia el sur, el reino nazarí fue absorbiendo el éxodo de población musulmana expulsada por las autoridades cristianas. Respecto a su política legitimadora, Muhammad I reafirmó su situación dentro del mundo islámico invocando en la plegaria pública (jutba) de los viernes el nombre de al-Mustansir bi-llah, califa abasí de Bagdad. Una vez que se vio dueño de Granada, abandonó sus tendencias sufíes y ascéticas, así como su papel de líder fronterizo carismático, con temor a ejercer el poder directamente para apoyar sin concesiones la doctrina religiosa de rito malikí, la mayoritaria en todo el mundo musulmán magrebí. Entre los años 1239 a 1242, trocó su reconocimiento en favor del califa almohade de Marrakech hasta la total desaparición de la dinastía norteafricana, para acabar invocando su propio nombre y autoridad.
Logró mantener en vida el reino nazarí gracias a la ambivalencia de su diplomacia, aliándose con el monarca castellanoleonés Fernando III o bien con los benimerines marroquíes. Mantuvo una enconada lucha con Alfonso X el Sabio por apoyar las revueltas mudéjares en Andalucía y Murcia. Al morir, dejó un reino agotado por continuas sublevaciones.
Muhammad I realizó bastantes construcciones en la Alhambra. Mandó construir las primeras dependencias del futuro palacio-fortaleza y amplió considerablemente el sistema de conducción de aguas. Buen administrador y gestor, se ocupó en persona de los problemas hacendísticos del reino y de su patrimonio privado. Antes de morir, hizo que todos los notables del reino juraran la debida fidelidad y sumisión a su hijo primogénito Abu Abd Allah Muhammad, conocido con el sobrenombre de al-Faqih (el jurisconsulto), que subió al trono con el nombre de Muhammad II.
En el período de su máximo apogeo, el reino nazarí abarcaba una franja de territorio que se extendía a lo largo de la costa, desde Tarifa por el oeste, hasta Almería por su parte oriental, y desde el Mediterráneo por el sur, hasta un poco más al norte de la ciudad de Granada (actuales provincias españolas de Granada, Almería y Málaga). El reino estaba defendido a modo de barrera montañosa por la serranía de Ronda y la sierra de Elvira, moles que se interponían entre los territorios castellanos y los nazaríes. Pese al enfrentamiento de los benimerines con los castellanos por el dominio del estrecho de Gibraltar, a la constante presión militar castellana y a las fuertes rebeliones internas, el reino fundado por Muhammad I pudo consolidarse, alcanzando en el siglo XIV su máximo esplendor, tanto político como económico y cultural. Granada se convirtió en una importante ciudad, centro cultural de primer orden, en la que Muhammad I comenzó la construcción de un conjunto de edificios sobre una antigua fortaleza denominada al-Hamra (Alhambra; la roja), que acabaría convirtiéndose en el famoso palacio y residencia de los sultanes nazaríes. El fin del emirato nazarí, ya a finales del siglo XV, vino determinado por la propia conflictividad interna que padecía el reino y por el crecimiento demográfico y económico de los reinos cristianos peninsulares, que se tradujo en un incremento de su capacidad bélica y expansiva.

 
 
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