Mohamed V - MILENO GRANADA

Vaya al Contenido

Menu Principal:

Mohamed V

PERSONAJES

MUHAMMED V DE GRANADA
Muhammed V de Granada (1338- 16 de enero de 1391), fue un rey nazarí de Granada entre 1354 y 1359, y en un segundo reinado, entre 1362 y 1391.
Subió al trono nazarí cuando apenas tenía dieciséis años, tras la muerte trágica de su padre Yusuf I. Los cinco años que duró su primera etapa de reinado fueron de gran tranquilidad y prosperidad, gracias al buen hacer de sus tres mejores hombres en las tareas de gobierno: Abu al-Nuayn Ridwan, como visir; el historiador e intelectual Ibn al-Jatib, jefe de la Cancillería granadina y, Yahya Ibn Omar Ibn Rahhu, jefe de las fuerzas mercenarias magrebíes, de hecho el ejército regular del reino.
Myhammed V sigue la línea ya impuesta por su padre en política exterior, se esforzó con éxito por mantener la paz con el monarca castellano-leonés Pedro I el Cruel.
La continuidad de Muhammad V en el trono nazarí se truncó en agosto del año 1359, cuando una de las esposas del difunto sultán Yusuf I, la cristiana Maryam, compró a un precio muy alto la fidelidad de poderosos hombres de palacio para derrocar a Muhammad V y poner en el trono al inepto de su hijo, Ismail II (1359-1360). Muhammad V, totalmente desprevenido, tuvo que huir precipitadamente de Granada y refugiarse para salvar su vida en un primer momento en Guadix, donde recibió el juramento de fidelidad de sus habitantes. Después tuvo que refugiarse en el norte de África.
Pedro I, inmerso en problemas muy graves en su reino, enfrascado en una tremenda guerra contra el monarca aragonés, apenas pudo prestar ayuda a su antiguo vasallo, al verse obligado por las circunstancias a reconocer como sultán a Ismail II, aunque el verdadero dueño del poder en el reino nazarí no era otro que un miembro de la familia real, su primo Abu Said, quien acabó asesinando al imberbe monarca para autoproclamarse rey nazarí con el nombre de Muhammad VI (1360-1362), conocido con el sobrenombre de el Rey Bermejo. Su corto reinado, si aceptamos el relato un tanto subjetivo de Ibn al-Jatib, se desarrolló bajo una cruel tiranía.
En noviembre del año 1359, Muhammad V se instaló en Fez (Marruecos), capital del imperio benimerí, donde fue acogido con todos los honores por el emir y aliado suyo, Abu Salim Ibrahim, y llegó a intervenir directamente en asuntos políticos internos de aquel reino. Tras la llegada a Fez de Ibn al-Jatib y demás funcionarios y miembros de la corte nazarí que habían logrado escapar de la tiranía impuesta por el sultán usurpador, Muhammad V decidió regresar a la Península con objeto de recuperar su trono, instalándose en Ronda, en el año 1361, ciudad que eligió como centro de operaciones a la espera de que Pedro I solucionara sus problemas con el monarca aragonés, al que previamente había derrotado en la batalla de Nájera de 1360. La ocasión no tardó en llegar, y así, en el año 1361, ambos monarcas emprendieron una campaña conjunta contra Muhammad VI, donde consiguieron hacerse con las plazas de Iznájar, Málaga, Loja, Antequera, Vélez, Comares y Alhama. En plena campaña, Muhammad V desistió de proseguir los ataques por las tremendas depredaciones que las fuerzas castellanas llevaban a cabo por tierras granadinas. Pero, aunque Muhammad VI obtuvo algunas victorias insignificantes, su tiránico gobierno y las crueldades arbitrarias con que gobernaba indujeron a un buen número de plazas del reino, con Málaga a la cabeza, a rebelarse contra su autoridad y reconocer a Muhammad V como sultán legítimo. Muerto de miedo por salvar su vida, Muhammad VI huyó con intención de acogerse a la protección del monarca castellano-leonés. Pedro I mantuvo en firme su alianza con Muhammad V y lo mandó ejecutar, alanceado brutalmente donde se encontraron, en los campos de Tablada (Burgos), en cuyo acto participó el mismo monarca. Pedro I envió la cabeza del usurpador a Muhammad V en señal de paz y amistad entre ambos reinos.
Una vez recuperado el trono en 1362, Muhammed V consiguió poner en marcha una política exterior hábil, basada en mantener buenas relaciones tanto con los cristianos de la península como con los Benimerines de Marruecos. Se aprovechó, no obstante, de la Primera Guerra Civil de Castilla (1366-1369) para atacar diversas plazas fronterizas cristianas, entre ellas Úbeda o Algeciras a la que sometió tras un breve asedio.
Muerto Pedro I el Cruel, Muhammad V continuó la guerra de conquista abiertamente, para apoderarse de los castillos de Rute y Cambil y, tras un prolongado asedio, de la importantísima plaza de Algeciras. Pero, una vez que el nuevo monarca castellano-leonés, Enrique II, se hubo asentado en su reino, las correrías de Muhammad V llegaron a su fin, y tuvo que pactar con éste un nuevo tratado de paz que regulase las relaciones futuras entre ambos estados, llenas de tensiones y recelos, pero que jamás se volverían a romper en vida de Muhammad V, con lo que se aseguraba la tranquilidad necesaria para su reino durante los veinte años siguientes.
Por lo que se refiere a sus relaciones con los benimerines, Muhammad V trabajó con ahínco por mantener a sus emires lo más alejados posible de los asuntos del reino y por renovar periódicamente las treguas entre ambos estados; con ese propósito llevó personalmente las riendas de las tropas mercenarias magrebíes o bien delegó dicha función en familiares leales y competentes para dicho cargo.
A final de su reinado se enemistó con su competente ayudante Ibn al-Jatib, partidario de que el reino nazarí estrechara más sus lazos de amistad y colaboración con los estados musulmanes del Magreb en vez de hacerlo con los castellano-leoneses. Ibn al-Jatib no tuvo más remedio que exiliarse en la corte del emir benimerí.
Realizó obras fundamentales en el palacio de la Alhambra, entre las que destaca el Patio de los Leones y todas sus salas adyacentes. De acuerdo con la costumbre de los anteriores sultanes, protegió a los hombres de ciencia y artistas que llegaban en tropel a su corte.

 
Regreso al contenido | Regreso al menu principal