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EL GRAN CAPITAN
Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado El Gran Capitán; (Montilla, Córdoba, 1453 -
Los reyes le encomendaron varias embajadas para negociar con el rey Boabdil de Granada, con quien tenía relaciones de amistad, cuando Boabdil fue apresado por tropas castellanas le tuvieron retenido ocho meses. "El rey Fernando mandó a Gonzalo de Córdoba para negociar con él porque sabía árabe". Fue en esos encuentros, en el castillo de Cabra (donde curiosamente el Gran Capitán también había estado encerrado) cuando se gestó la amistad entre los dos supuestos enemigos. Los reyes católicos decidieron liberar a Boabdil le exigieron antes que dejara en prenda a su hijo como garantía para el cumplimiento de su palabra. Boabdil, resignado, aceptó, pero exigió que su vástago quedara bajo la protección de Gonzalo de Córdoba
Gonzalo de Córdoba intervino directamente en las negociaciones con Boabdil, para la capitulación de la ciudad aprovechando la buen relación que tenía con éste.
Los servicios que prestó durante aquella campaña fueron premiados con la encomienda de la Orden de Santiago, además de otras rentas y señoríos, entre ellos el de Orjiva.
Completada la Reconquista con la capitulación de Granada (1492), Isabel y Fernando le emplearon en Italia, donde sostendrían una larga guerra disputando la hegemonía en la región contra Francia. La invasión francesa de Nápoles -
Regresó a España en 1498, pero pronto hubo de volver a Italia, al zanjar Francia y Aragón su disputa con el Tratado de Granada (1500), que repartía el reino de Nápoles en dos zonas: el norte para Francia y el sur para Aragón. El propio Fernández de Córdoba fue puesto al mando del ejército que ocupó Nápoles arrebatándole el Trono a la dinastía que había defendido cuatro años antes.
El expansionismo francés provocó además la reapertura del conflicto con España en 1502. Fernández de Córdoba, que se hallaba combatiendo a los turcos en Cefalonia, fue llamado nuevamente para dirigir las tropas españolas. Consciente de su inferioridad numérica frente al ejército francés, adoptó una estrategia defensiva, resistiendo el asedio enemigo en Barletta en espera de refuerzos; en cuanto éstos llegaron, salió a campo abierto, y derrotó a los franceses en las batallas de Ceriñola, Garellano y Gaeta (1503). Nápoles pasó así al dominio español, bajo el cual se mantendría hasta el siglo XVIII, quedando Gonzalo como gobernador del reino.
La muerte de la reina Isabel en 1504 marcó el inicio de la caída en desgracia del Gran Capitán. Su enfrentamiento con Fernando el Católico alcanzó un punto culminante a raíz del Tratado de Blois (1505), por el que el rey devolvió a la Corona francesa las tierras napolitanas que Fernández de Córdoba había expropiado a los príncipes de la Casa de Anjou y había repartido entre sus oficiales. En 1507 Fernando viajó a Nápoles para tomar posesión de su nuevo reino, momento en que cuenta la leyenda que exigió al Gran Capitán que rindiera cuentas de su gestión financiera; en todo caso, fue depuesto como gobernador de Nápoles, adonde nunca regresó a pesar de sus protestas.
Gonzalo Fernández de Córdoba falleció en Loja, (Granada) el 2 de noviembre de 1515 y fue enterrado en el Monasterio granadino de San Jerónimo.