MOTRIL Y EL AZUCAR
El cultivo y producción de la caña de azúcar en la costa granadina y la “cultura” a la que dieron lugar están íntimamente ligados a la presencia musulmana en el territorio peninsular debido a las inmejorables condiciones ecológicas que ofrecían para su desarrollo estos terrenos, especialmente el Valle del Guadalfeo.
La gran importancia del azúcar en la vida motrileña se remonta cuando menos al siglo X, momento en el cual sabemos de la presencia de dicho cultivo en la costas de Elvira gracias a la información proporcionada por el geógrafo e historiador cordobés al-Razî. La pervivencia y desarrollo de este cultivo a partir de estas fechas es sobradamente conocida. Así, en el siglo XIII el geógrafo Yakût hace referencia a los cultivos de caña de azúcar como uno de los elementos más característicos del paisaje agrario de la vega del Guadalfeo. Mayor significación adquiere la documentación de finales del siglo XV, que recoge la existencia de una “aduana de azúcar” en Motril, reflejo inequívoco de la importancia adquirida por éste cultivo en las postrimerías de la Edad Media, inserto en una economía agraria y en unas técnicas productivas muy bien definidas por la sociedad nazarí como eran el policultivo, la intensividad, la importancia del regadío y el desarrollo del comercio. La conquista del Reino de Granada a finales del siglo XV supone una reorganización global del espacio y en particular de la vida agraria, llegando la caña de azúcar en el siglo XVII a constituirse en un auténtico monocultivo, en detrimento de otras plantas que habían convivido con ella en época nazarí. Desde la costa granadina el cultivo va a pasar a las Islas Canarias, y más tarde a América donde la caña arraigó de tal manera que ha sido considerada como elemento substancial de la cultura caribeña. Sin duda las vegas litorales granadinas fueron el punto de partida de ésta expansión agrícola de tal forma que algunos textos sobre la fabricación de azúcar en el Nuevo Mundo son prácticamente iguales a los de los agrónomos andalusíes y nazaries, sin que se pueda explicar por una transmisión puramente textual, sino a raíz de una práctica reiterada y tomada en préstamo.